Cuando preguntas a un menor “¿Qué quieres ser de mayor?” cada vez es más frecuente que en la respuesta se encuentren deseos desesperados de alcanzar la fama. De hecho, muchos niños ya responden directamente que quieren ser famosos.
Esta respuesta es un reflejo de la sociedad que estamos creando. Sin embargo, la fama no es tan maravillosa como puede parecer desde fuera. Muchas personas que deseándola han conseguido alcanzarla te dirían sin pensarlo eso de: ‘Ten cuidado con lo que deseas porque se puede cumplir’.
Los efectos psicológicos de la fama no son nada fáciles de gestionar.
La fama pre-redes vs. la fama pos-redes
Una de las razones por las que cada vez más personas buscan la fama es que ahora técnicamente todo el mundo puede alcanzarla. La fama pre-redes era mucho más masiva. Si salías en una serie en prime-time no podías salir a la calle sin que alguien te reconociera. Sin embargo, ahora la fama está más esparcida. Hay muchos más niños. Una persona puede tener 200.000 seguidores en redes y caminar tranquilamente por la calle según en qué contexto.
La escala de grises es mucho mayor. Lo que significa que hay muchas más personas proporcionalmente que pueden considerarse famosas, y por tanto muchas más personas que sufren las consecuencias psicológicas de este fenómeno.
Cambio de contexto y desconfianza
Cuando una persona se hace conocida, su entorno entero suele cambiar. No solo cambia cómo te tratan los desconocidos, también cambia cómo te tratan allegados, personas conocidas de tu entorno e incluso en muchas ocasiones amigos o familiares que no saben muy bien cómo gestionar el cambio.
A menudo se dan situaciones de mucha torpeza en las que, aunque haya buenas intenciones, el trato que recibe la persona que se ha dado a conocer cambia radicalmente. Esto genera mucha desconfianza ya que esa persona deja de saber cuando le quieren por quien es y cuando le quieren por interés.
Idealización y el síndrome del impostor
Las personas famosas suelen estar idealizadas en su entorno. Se les coloca en un pedestal del que no es fácil bajar. En muchas ocasiones esto lejos de generar seguridad, genera el efecto contrario.
Hay personas que se sienten a gusto en el pedestal y caen en la ilusión de creerse esa idea de perfección sobre su persona, pero es una falsa seguridad y acaba cayendo por su propio peso.
Muchas otras personas sienten vértigo al estar ahí arriba y sufren el síndrome del impostor. Al conocer sus heridas, sus defectos y escuchar a su voz crítica se cuentan la historia de que cuando la gente descubra cómo son todo desaparecerá y eso genera mucha inseguridad y sufrimiento. Esto es algo que se ha magnificado con la llegada de las redes sociales, que no son más que un escaparate.
Aislamiento, soledad y ansiedad
La fama en grados elevados suele llevar al aislamiento. Cuando no puedes hacer vida normal sin que te paren cada cinco minutos, y mucha gente se acerca a ti por interés, te acabas aislando.
El contraste es intenso cuando la mayor parte del tiempo tienes a tu alrededor personas que te conocen que son desconocidas, y sientes soledad.
A menudo esta sensación y el irse aislando poco a poco, puede dar lugar a emociones como la ansiedad e incluso a caer en adicciones de todos los tipos como una forma de anestesiarse emocionalmente.
Asociamos la fama a la idea de inmortalidad
La fama no es algo natural, sin embargo, nos atrae. Somos seres sociales y estamos programados para dar valor al reconocimiento social que nos ha permitido sobrevivir como especie a lo largo de los años.
A esto se le suma el hecho de que asociamos la fama a la idea de inmortalidad. Vivimos en la ilusión de la eternidad aunque racionalmente sepamos que si algo tenemos garantizado es que un día no estaremos aquí y que la vida es efímera. Inconscientemente asociamos la fama a la inmortalidad. Alguien como Bob Marley siempre será recordado y la idea de no desaparecer es algo que engancha.